Cuando quedaba apenas una galleta, pensó: que será lo que hará éste ahora. Entonces el hombre dividió la última galleta por la mitad, dejando la otra mitad para ella. Aquello era demasiado raro. Entonces cerró su libro y sus cosas y se dirigió a otro sitio. Cuando se sentó, confortablemente, en su asiento, ya en el interior del avión, miró dentro de la bolsa y para su sorpresa su paquete de galletas estaba allí… todavía intacto, ¡¡cerradito!! Sintió tanta vergüenza. Solo entonces percibió lo equivocada que estaba, ¡¡había olvidado que sus galletas estaban guardadas dentro de su bolsa!! El hombre había compartido sus galletas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado, mientras ella quedó muy trastornada, pensando que estaba compartiendo las de ella con él. Y ya no había más tiempo para explicaciones… ni para pedir disculpas.
¿Cuantas veces, en nuestras vidas, estamos comiendo las galletas de los demás, y no somos conscientes de ellos? Antes de llegar a una conclusión… ¡¡observa mejor!! Tal vez las cosas no sean exactamente como piensas, no pienses lo que no sabes acerca de las personas.”

Juan Antonio